Uno de esos días en los que visitamos nuestro "Miami chiquito" me encontré con una realidad que a pesar de tener constancia social no deja de impactarme.
Al caminar por las estrechas calles de la bahía escuché una voz muy frágil que decía: "Venga, lleve su flan o su gelatina; pruebe amiguita ésta rica gelatina recién preparadita".
Así fue como conocí a Jorgito, un niño de solo 9 años que sale a trabajar todos los días de la semana vendiendo gelatina y flan para poder llevar a su casa el dinero.
Así fue como conocí a Jorgito, un niño de solo 9 años que sale a trabajar todos los días de la semana vendiendo gelatina y flan para poder llevar a su casa el dinero.
El trabajo infantil es una escena que nos hemos acostumbrado ver; las calles llenas de niños por la mendicidad dejan siempre una mirada esquiva y se convierten en cosas que preferimos ignorar.
Tuve curiosidad por saber más sobre lo que hacía Jorge, quizá por su tamaño y su ágil manera de contar el dinero con sus pequeños deditos, me sorprendió ver que se encontraba solo y me acerqué a preguntarle. Me contestó:" Vengo todos los días con mi tía a vender, pero después que se me acabe esta hielera, tengo que ir a ver más porque tenemos un tanque lleno"
Las personas se amontonaron a comprarle y al ver eso, decidimos ayudarle a que venda los últimos flanes que quedaban. Gritamos juntos: "Venga, venga compre su gelatina rica o lleve su flan", Jorgito muy contento se fue con la hielera vacía pero no a descansar, sino a llenarla de nuevo para seguir vendiendo.
Los ojos de Jorgito reflejan trabajo y esfuerzo. Su rostro no da señales de queja, no se fastidia por el sol ni por el peso de su hielera, solo sonríe cuando la gente le habla y sigue su camino sujetando bien su bolsillo para que ninguna moneda se le resbale.
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